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EL próximo domingo se celebrarán las elecciones presidenciales en México. Se dice que serán las más competitivas y más grandes de la historia. Nos encontramos a un paso de la última transición de nuestro modelo político. Desde 1997 que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) perdió la mayoría relativa en La Cámara de Diputados, México ha cambiado. Se acabó el tiempo del partido hegemónico. Hoy hay tres partidos fuertes, tres opciones de fuerzas muy equilibradas disputan el poder político: Movimiento Regeneración Nacional (MORENA), el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Dos han gobernado: el PRI desde el año 1917 hasta el 2000. El PAN desde 2000 al 2012, luego se dio otra alternancia: el PRI mexiquense recuperó el Gobierno Federal y ahora la izquierda (representada por MORENA) a través de un gran movimiento ciudadano aparece como posible ganadora del 2018. Yo lo pronostiqué en mi artículo escrito el 21 de abril del 2014, el cual titulé : «Puede ganar el PRD en 2018. Recuérdese que en esa fecha no existía Morena y que su candidato a la presidencia Andrés Manuel López Obrador (AMLO), aún militaba en ese partido. En aquel entonces escribí: “2018 será un nuevo escenario para que la izquierda mexicana pueda acceder al poder presidencial”. Sin lugar a dudas será el momento culminante de la transición. Eso es para festejar, es un gran avance democrático. Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas. Me preocupan mucho las formas de descalificación que los candidatos y partidos han asumido para ganar las simpatías de los ciudadanos.

Vivimos un época de violencia verbal y física terrible. En política las expresiones verbales violentas no deben suceder; no se deben faltar el respeto entre los contendientes, pues si ellos cruzan la delgada línea de la cortesía, sus simpatizantes llegaran a extremos mas violentos. Eso ha pasado en esta elecciones, de todos los partidos. Los insultos como «Pejezombie», «chairo», «perro», «puto», «chinga tu madre», «perro prianista», «ladrones», «amenaza de México», «viejo psicópata», «ojalá y le de un ataque», «canayín», etcétera han llenado millones de mensajes en las redes sociales. Esto ha polarizado la política y a los mexicanos: hoy, de acuerdo con estas expresiones, pareciera que hay los malos y los buenos. Yo entiendo que hay enojo y hartazgo social, pero eso se debe resolver por la vía del voto y no de los insultos. Es realmente grave esta nueva situación de la vida política de la nación, porque dejaran heridas que no sanarán fácilmente entre amigos, familiares y ciudadanos en general. La historia nos demuestra las terribles consecuencia de la violencia entre nosotros. La división entre los mexicanos ha sido, es y será causante siempre de muchos males. Como bien dice el politólogo Enrique González Pedrero, en su libro “País de un solo hombre: El México de Santana tomo II”: un país con tan desiguales niveles de desarrollo histórico, entre regiones, etnias y estratos de la población requiere de un proyecto nacional que contemple múltiples estrategias económicas y de organización social…que sepa conciliar, el bienestar de todos lo ciudadanos, los múltiples tiempos de México”. Eso es lo que necesitamos, reconciliación. No podemos seguir agrediéndonos entre nosotros, aunque nada mas sea verbal. Debemos respetar el derecho a disentir, a pensar diferente. La tolerancia es la esencia de la democracia contemporánea. Sin tolerancia, sin respeto a la diversidad, podríamos caer en la dictadura o en una nueva guerra civil o cuando menos en una polarización política que siempre nos mantenga divididos. Todos tenemos derecho a escoger nuestra opción política, la que más nos simpatice o represente nuestras esperanzas, pero no tenemos derecho a descalificar o agredir a quienes piensan distinto a nosotros. Es tiempo de pensar en el mañana: en el próximo 2 de julio, cuando quien gane, será el Presidente de todos los mexicanos y requerirá de la unidad de todos para salir adelante, para llevar al país a mejores condiciones de desarrollo. La elección no es una guerra. Es un procedimiento democrático para que se manifieste la voluntad de los ciudadanos.

La elección es un mecanismo donde la decisión de un ciudadano vale lo mismo que la de cualquier otro, sin importar fortuna, cultura o sexo; El voto, esa decisión personal, al sumarse la de todos y obtener la mayoría que la ley establece se convierte en la voluntad soberana de una nación y debe acatarse y punto. Las pasiones deben terminarse al día siguiente de la elección. Yo de verdad hago votos para que sigamos teniendo un proyecto nacional. Como dijo hace muchos siglos Jean Bodin, en su famoso libro » Los seis libros de la República»: «una nación es un plebiscito cotidiano». Sí, así es. Cada elección es la manifestación política de los mexicanos de seguir viviendo juntos . Es la vía democrática para cambiar a los titulares del gobierno pacíficamente. Sí, México es los que nos debe unir a los mexicanos todos los días, sus símbolos patrios, nuestros muertos, nuestra historia, nuestras creencias, nuestras culturas, nuestras esperanzas.

Eso es México y es de todos. Estoy seguro que se cumplirá la profecía de los aztecas que enmarca la gran entrada al museo de arqueología de la Ciudad de México y que de manera poética y elocuente señala el historiador e investigador Emérito de la UNAM, el Doctor Miguel Leon Portilla :»Ve ahí, donde enterraste el corazón de Copil y vas a ver un águila devorando una serpiente, porque en tanto que dure el mundo, no acabará, no terminará la gloria, la fama de México-Tenochtitlan.

 

Publicado el día Jueves 28 de Junio de 2018.

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